Por Gabriel Meraz Arriola*
Ciudad de México.- Parece gustarnos mucho llenar los calendarios con fechas especiales. Sobre todo cuando se trata de números redondos. Entrados en este gusto, recordemos el primer psicoanálisis infantil de la historia. 1908.
Tal fue el caso de un niño conocido como Juanito (o “el pequeño
Hans”) cuyo nombre verdadero fue Herbert Graf. Juanito era un niño que
tenía pánico a los caballos. Su padre, Max Graf, era un musicólogo que
se hizo discípulo de Sigmund Freud, y su madre fue analizada por el
inventor del psicoanálisis. Los padres de Juanito se contaron entre los
primeros partidarios de esta disciplina en Viena. De esta suerte, el
matrimonio Graf estuvo de acuerdo en educar a su primogénito según los
principios de las teorías freudianas (ejercían la menor coerción
posible, daban importancia a su plática, registraban sus sueños,
intentaban responder abiertamente a sus intereses y curiosidades
sexuales).
Según indica Freud, desde muy temprana edad –antes de cumplir los tres
años-, Juanito manifestó un interés muy vivo en su órgano sexual, parte
del cuerpo a la que llamaba “hace-pipí” (Wiwi-macher). Una vez Juanito
preguntó a su madre: “¿Tú también tienes un hace-pipí? Ella respondió
que sí, que por supuesto. El niño mostraba además mucho interés en ver
el órgano sexual de su padre y le interesaba también el miembro de los
animales. En esta época, Juanito visitó un establo y al ver las ubres
de las vacas que estaban siendo ordeñadas dijo: “Miren, del hace-pipí
sale leche”.
Pero en la vida del pequeño el “acontecimiento crucial” sería el
nacimiento de su hermana menor. Pese a pertenecer al estrato informado
e ilustrado de la sociedad vienesa, los padres de Juanito no
encontraron ante el embarazo otra salida que el conocido cuento de la
cigüeña. Igualmente significativo –según Freud- resultó un episodio
previo al arribo de su hermana. En una ocasión en que la madre
descubrió a Juanito tocándose el pene con la mano lo reprendió con una
severa amenaza: “Si haces eso llamaré al doctor A. para que te corte el
hace-pipí. Y entonces, ¿con qué harías pipí?”
En enero de 1908, a los cinco años, Juanito comenzó a manifestar los
primeros síntomas de su fobia. Temía que al salir de su casa lo
mordiera un caballo, y también que los caballos que arrastraban los
carretones por la ciudad se cayeran. Su angustia lo paralizaba al punto
en que era incapaz dar un paso afuera.
El padre de Juanito consultó a Freud, que a partir de ese momento daría
a Max Graf las instrucciones precisas para que él mismo llevara a cabo
el análisis de su propio hijo.
En los albores del psicoanálisis, no era raro que se lo practicara
entre parientes. Carl Jung, por ejemplo, analizó a su esposa, y el
mismo Freud analizó de adulta a su hija Anna. Puede decirse que Freud
analizó a Juanito con la intermediación del padre. El método utilizado
fue el mismo que había ideado para el análisis de los adultos:
entrevistas con el niño, análisis de sueños y fantasías que no
subestimaba el valor de los detalles en apariencia más triviales e
insignificantes. “Una idea tonta, típica de la angustia de un niño, se
podrá decir. Pero, lo mismo que un sueño, una neurosis nunca dice nada
tonto”, decía Freud.
En un momento dado del tratamiento, Freud amonestó al padre de Juanito:
“Pregunta demasiado y de acuerdo con sus propios supuestos, en lugar de
permitir que el pequeño se exprese”.
El análisis de Juanito duró poco menos de cuatro meses, concluyó el 2
de mayo de 1908. Hasta ese entonces, Freud había tenido conocimiento de
la vida anímica infantil sólo a partir de su auto-análisis y de lo que
sus pacientes adultos le decían sobre esa etapa del vivir. La
experiencia le había permitido elaborar su doctrina sobre la sexualidad
de los niños (la cual publicó en 1905 en sus Tres ensayos sobre teoría
sexual) que, por supuesto, ganó a Freud algunos de los ataques más
violentos que llegó a recibir, así como repudio social y profesional
generalizado.
Pero el caso Juanito significó una gran alegría para Freud. No sólo
constituyó un “éxito terapéutico” –el único, en realidad, entre los
cinco grandes casos clínicos que llegó a publicar-, sino que le había
permitido comprobar de la manera más cercana posible, con un niño, la
validez de sus teorías (el inconsciente, la represión, el complejo de
Edipo, el complejo de castración, etc.) En una carta a su discípulo y
biógrafo Ernest Jones escribirá: “nunca antes logré una comprensión tan
sutil del alma de un niño”, y llamará a Juanito “nuestro pequeño
héroe”. Freud, no obstante, se mostró muy reservado en sus
comunicaciones públicas, y no aseguró el éxito de la experiencia en
sucesivos análisis con niños.
Sin embargo, desde que en 1909 Freud publicara el Análisis de la fobia
de un niño de cinco años comenzó a gestarse la práctica del llamado
“análisis infantil” en el naciente movimiento psicoanalítico. Con la
pionera, hoy casi olvidada, Herminne von Hugh-Hellmuth, y después con
Melanie Klein y Anna Freud, quienes -si bien en direcciones opuestas-
introdujeron cambios en el dispositivo para hacer posible el
psicoanálisis con niños. Otros psicoanalistas, señaladamente Jacques
Lacan, harán importantes lecturas y nuevas interpretaciones del caso
Juanito.
Las reservas de Freud con respecto a la buena fortuna del primer
análisis infantil se atenuaron cuando, en la primavera de 1922, recibió
la visita de “un robusto joven de 19 años”, que declaró ser Juanito. El
muchacho, según narra Freud, vivía solo y había sobrellevado bien las
dificultades que le había presentado la vida (el divorcio de los
padres, sus respectivos nuevos casamientos, etc.) En esa ocasión,
Juanito dijo no reconocerse en ningún punto de su historial clínico.
Freud se sorprendió, pero lo tomó como una buena señal y dijo que el
joven había olvidado su análisis como cuando se olvidan los sueños.
Freud no pudo menos que alegrarse ante el encuentro pues, en su
momento, no faltó quien vaticinara a tan joven “víctima del
psicoanálisis” toda suerte de desventuras y desdichas, un funesto
destino, so pretexto de que el análisis había robado su inocencia y,
por ende, su infancia a la pobre criatura.
¡Qué bárbaro ese Freud! -pensó quizás algún lector- ¡todo lo relacionaba con el sexo!
Bueno, digamos que la cosa no es tan sencilla, pero ya no cabe ir más
lejos en esta nota dedicada a recordar a Juanito, primer niño que
atravesara la experiencia de un psicoanálisis hace exactamente cien
años. En el transcurso, tampoco ha faltado quien afirme que Freud le
robó la inocencia a la civilización occidental entera. Y sin embargo,
que Freud haya definido al niño como un “perverso polimorfo” no ha
impedido que hasta el día de hoy, para algunos, la palabra niño
represente aún “pureza, potencialidad, inocencia, símbolo del estado
natural, paradisiaco, libre de angustia”, como se lee en un diccionario
de símbolos publicado en 2003*.
Para terminar digamos que el caso Juanito, “el pequeño Hans”, es un
clásico de la literatura nacida en la disciplina creada en Viena a
comienzos del siglo XX. Herbert Graf, quien llegó a ser un director
operístico de renombre internacional, murió en 1973. Es posible que la
inmortalidad de Juanito dure el mismo tiempo que la vida del
psicoanálisis.
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*Acerca de: Gabriel Meraz Arriola, Psicoanalista Infantil colaborador de Psicología y Educación Integral PEI A.C.